viernes, septiembre 28, 2007

Selenitas

Aseguran los que han sido testigos de algún momento de esos, que en noches como esta salen de, no se sabe dónde, unos tipos extraños, irreconocibles, aunque le den un aire a alguien conocido. Pero no, son otros, ¡qué sé yo!, trasmutados, camuflados, adaptados, o lo que se os ocurra con el sufijo -ado.

En esos instantes que aparecen, cuentan los privilegiados, se percibe una atmósfera especial, singular, inquietante por la sorpresa inminente más que por la pinta de esos estrafalarios que se suben a las rocas y miran al cielo.

Entonces hablan. No son profetas, ni aspiran a ello. Sencillamente comienzan a contar historias, relatos que en sus voces acuosas y acuáticas se transforman en prosa poética, que llevan al que escucha a un estado de expectación serena. El ritmo de las palabras se detiene en el aire, de la garganta brota un sonido hipnótico, sedante, cadencioso, al mismo compás de las olas que los vigilan.

Hay quien dice que los han visto andar, por una vez, recto, y no de lado o hacia atrás. Sólo esa noche. Una especide sortilegio que se cumple cada mes, y que si te coge cerca te atrapa, con su pinza literaria. Son herederos de la cosmogonía más auténtica, aunque la mayoría de las veces las imágenes que evocan surgen de una imaginación desbocada.

Aunque les puedan calificar de orates, los que han tenido estos encuentros salen sonriendo. Vete a saber porqué.

Será por la luna llena. Como esta noche.