viernes, febrero 08, 2008

Vago

Casi 300 páginas que leer y corregir, no sólo de contenidos sino de continente (acentos, sintaxis, puntuación, etc), de los exámenes prácticos que han hecho los chicos (véase el post anterior); dos abstract que escribir antes de una semana para un par de congresos; una decena de libros que consultar sólo para la tesina, y otros tantos para las nuevas asignaturas que pretendo convertirlas en clases seminario; un artículo pendiente sobre patrocinio como herramienta de posicionamiento de marca para un revista especializada que me paga unos euros; 6.000 euros que he de conseguir para pagar una derrama (no, mi cuerpo no da para tanto, por si alguno lo sugiere); salir en bici tres días por semana y otros dos ir a nadar, por si al final tengo que vender mi cuerpo para abonar la deuda; otro artículo a medias con el compadre para un congreso en Madrid, que siempre es una buena excusa para visitar a seres queridos (el compadre y esos entes, además, querrán salir a tomar cañas); un proyecto iniciático en nuevas tecnologías que cada día coge más forma, y que la bailarina y el compadre conducen entre la tierra y el cielo, lo terrenal y lo espiritual; un montón de ropa que planchar.

Si siempre he querido ser como Raymond Carver.

A la gente que le iba mejor que a nosotros les llamábamos acomodados.
Vivían en casas pintadas y con cisterna en los váteres.
Conducían coches de año y marcas reconocibles.

A los que les iba peor les llamábamos miserables y no trabajaban.
Sus extraños coches descansaban entre chatarra en corrales llenos de polvo.
Los años pasan y todo es reemplazado.
Pero hay una cosa que aún es verdad.
Nunca me gustó trabajar. Mi meta fue siempre
ser un vago. Le veía mérito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla
a la puerta de mi casa durante horas, sin hacer nada
más que llevar puesto el sombrero y beber coco-cola.
¿Qué tiene de malo?
Encender un cigarrillo de vez en cuando.
Escupir. Pelar un palo con una navaja.
¿A quién le perjudica? Llamar
de vez en cuando a los perros para ir a cazar conejos. Pruébalo alguna vez.
Saludar cada poco a un chico gordo y rubio como yo
y preguntarle: "¿No te conozco?"
O mejor: "Eh, ¿qué quieres ser de mayor?"

6 Comments:

At 6:43 p. m., Blogger Amethyst said...

Ánimo..... :)

 
At 6:26 p. m., Blogger Raquel said...

¡Uf! Es que lo tuyo no es vida, estoy con Paul Lafargue (¡yerno de Marx! ya te he hablado alguna vez de él) que reivindicaba El derecho a la pereza: 'El fin de la revolución no es un triunfo de la justicia, de la moral, de la libertad y demás embustes con que se engaña a la humanidad desde hace siglos, sino trabajar lo menos posible y disfrutar, intelectual y físicamente, lo más posible. Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse'.

Y para revolucionario el gran Krahe que en Y todo es vanidad dice: 'Es que no es verdad que el trabajo dignifique a la persona (...) A ningún mamífero se le ocurre trabajar, nada más que para comer, pero si tiene comida no hace nada, y nosotros somos mamíferos?' y más recientemente en una entrevista de El País con motivo de la publicación de Charlas con un vago burlón: 'Me levanto a las 10.30. Me preparo un café con tres o cuatro galletas. Y si hay naranjas, me tomo una. Hoy me he tomado media mandarina. Me siento en el sofá. Y... nada... fumo. Una hora después enciendo la tele y pongo el teletexto. Luego me ducho y me vuelvo a sentar en el sofá. Y fumo'.

Eso sí que es filosofía de vida.

 
At 4:14 a. m., Anonymous Anónimo said...

Ya se sabe, "trabajar para vivir y no vivir para trabajar".¡Ánimo siempre hay épocas más agotadoras que otras por el trabajo!.;).NQ.

 
At 12:03 p. m., Blogger folabe said...

Bueno, la mitad del post ya está cumplido, así que gracias por el ánimo. De todas formas, aunque líricamente me atre más Carver, me quedo con Krahe. De hecho, algún que otro fin de semana también le imito.

 
At 11:05 a. m., Anonymous Anónimo said...

Hola folabe, que majo tu blog, publica más hombre que si va a ser verdad lo de vago.

 
At 4:50 p. m., Anonymous Anónimo said...

me da un placer pelar palos con los dedos, desarlos desnudos y verles la madera, blanquitos y suaves... qué placer

Rebeca

 

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