martes, noviembre 14, 2006

Sorpresas de madrugada


Esos transportes públicos, trenes y autobuses, en los que escucho música, leo, observo y sueño (a veces, incluso, todo en un viaje y en ese orden), me traían hoy la musa de la inspiración. Compartían posibilidades los atardeceres de estos días y el nacimiento de Julia, que luchaban por asomarse y transitar, sin mucha convicción, del corazón al intelecto, de la emoción a la razón creadora.

Sin embargo, al llegar al despacho, esas rutinas matinales de navegar en blogs amigos me sorprenden con una entrada íntima y cómplice de dos enamorados, con música de por medio. De repente, algo indescriptible y que a menudo me ocurre, me rapta. Es un subidón, un despertar, una urgencia, una necesidad, un aliento. ¡Qué carajo, no tengo ni idea! Sólo sé que me lleva a escribir con la misma compulsión con la que enciendo cigarrillos (algo que, por cierto, únicamente me ocurría cuando tenía que terminar un reportaje para el periódico hace años).

Y aquí estoy. Como no quiero defraudar a los dos temas que han viajado conmigo esta mañana, les daré bola por unas líneas. ¡Qué menos! Además, en el fondo, las tres cuestiones están relacionadas o se pueden reunir en algún momento.

Estos días pretéritos me han entusiasmado por la luz que han dejado las lluvias. Las tardes se teñían de un colorido inusual pero conocido. Se asemejaban a esas gamas pictóricas que ilustran el póster (que tanto persigue mi hermana Amaya) de una de esas películas que te marcan, de las que te hacen salir del cine con un sentimiento renovado y una mirada diferente, ni mejor ni peor, diferente. "Betty Blue", aunque el título original quiebra la tendencia facilona y absurda de los que les ponen nombres castellanos a las películas extranjeras: "37´2º Le matin". Pasión, amor, locura, amistad y literatura en un envase imperecedero.

En esas estaba, contemplando atardeceres, cuando una llamada anuncia el nacimiento de Julia, mi sobrina, un "garbancito", según mi tía Regina, con nombre de poema o de canción y que espero herede el atractivo de mi prima. Esa noticia recupera varias cosas. Por un lado, una conversación estival, en una terraza de El Barrio, con Felipe, sobre el reloj biológico masculino, que, y esta es la otra, no deja de funcionarme, aunque haya tardado años en tictactear en mi interior. Pero esto es otra historia.

Lo que tienen en común estas anécdotas, y se relacionan con la declaración de amor de párrafos atrás, es que todas conviven en el casco viejo de Alicante (no puedo sustraerme a llamarlo así, no sólo por cuestiones estilísticas, sino por la influencia de tantos años y experiencias vividas en Pamplona).

Allí, en esas calles, en sus bares, en su cine (cuando todavía se tenía en pie), en sus bares, en sus esquinas, he llorado, reído, cantado, amado. Y al igual que a Nacho y su chica, la madrugada también me ha sorprendido entre bostezos, besos y caricias.

1 Comments:

At 8:36 p. m., Anonymous Anónimo said...

Qué recuerdos me trae ese poster!! Tuve yo un compañero con ese poster en una habitación que compartíamos en nuestra época universitaria...
Grandes momentos

 

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