lunes, noviembre 06, 2006

A dónde ha ido esta pasión


Ahora que Woody Allen, a través de Scoop, se adentra con ironía y humor en el mundo del periodismo, panorama del que cada día me siento más alejado por lo poco que me aporta y por la uniformidad en la mayoría de las informaciones (por una vez, coincido con Ignacio Ramonet, aunque lleve arrastrando ese discurso desde hace unos años), reviso una de mis pasiones abandonadas para empaparla de otra que todavía me emociona, aunque me cueste horrores sentarme ante la pantalla grande.

En un repaso a vuela pluma regresan títulos que me emocionaron y que en su momento inocularon un virus del que ahora trato de desinfectarme. Se asoman las impactantes imágenes de un osado John Savage que retrata en "Salvador" la barbarie de la guerra con apellido político que fue la represión de Somoza en Nicaragua. Aparece la complicidad y el sentido de la responsabilidad de Mel Gibson y Linda Hunt en "El año que vivimos peligrosamente", en una Indonesia que se acaba pareciendo a muchos lugares actuales y donde todavía el poder de la imagen no había fagocitado el humanismo del periodismo. Vuelve el retrato casi completo de lo que es la pasión en este oficio a través de los ojos, silencios, carreras y apuestas de Michael Keaton en "Detrás de la noticia". La perseverancia, el rigor, el compromiso con el público y no con los poderes de Al Pacino en "El dilema" o de Robert "Woodward" Redford y Dustin "Bernstein" Hoffman en "Todos los hombres del presidente".

Evidentemente, la subjetividad que aporta mi criterio personal retrata esta relación, donde los clásicos y algunos olvidados se entremezclan. Además, sobreviven otras cintas que me confirmaron, pero a las que he ido dejando de lado, aunque no en el olvido, caso de "Enséñame a querer", comedia dulzona, pero con más trasfondo del que aparenta, "El Ojo público", con un Joe Pesci excelso, sin caer en la caricatura o "Los gritos del silencio", cuya factura europea se nota en la mano de Roland Joffé.

Y ya que estoy me despido con la más irreverente, mordaz y lúcidamente actual de las obras cinematográficas que me acompañan desde entonces, la impagable "Primera Plana", con una escena final en la estación de tren que dudo mucho que hoy se pudiera producir.