viernes, noviembre 21, 2008

Contra mi entropía

¿Se puede ir en contra de nuestra naturaleza? ¿Puedes abandonar tus comportamientos atávicos y regenerarlos por mor de una idea, una perspectiva ilusionante, una emoción? ¿Destierras tus temores ante un sentimiento reencontrado?

A Julian Barnes le parece que el "actual modelo del universo es la entropía, que traducido al lenguaje cotidiano significa: la cosa está jodida".

Aunque las mujeres que han convivido conmigo me lo decían en esos momentos en que mi indefinición era exasperante y yo les daba la razón, es ahora cuando lo veo muy nítidamente, que canta Silvio: como cangrejo que soy me muevo de lado ante lo que me atrae, doy unos pasitos y rodeo, voy hacia adelante y de repente hacia atrás, siempre sin perder de vista aquello que me subyuga, siempre sin decidirme del todo.

En ocasiones me aventuro y con un movimiento imprevisto lo alcanzo; otras, las más, me dejo arrastar por la marea hasta mi cueva. De mucho de lo que he perdido me he percatado al instante; de otro tanto, no quiero ni pensarlo.

Y en estas estoy, dispuesto a rebatir la historiografía de mi vida.

domingo, noviembre 16, 2008

Sintonizo

Desconecto el silencio en mi cabeza y, de repente, se sintoniza el dial de la vida. Esto es, por causas selladas a la amistad, descuelgo de mis orejas los auriculares del mp3 y dejo de moverme por el mundo, en ciertos momentos del día, como en un videoclip, dentro de un concierto diferente en función del grupo o el artista que esa jornada haya cargado en mi aparatito.

Y cuando salgo a la calle vuelven los sonidos, el tam-tam de lo cotidiano, las voces, y con ellas el resto de mis sentidos. He leído en algún sitio que las personas que pierden la vista desarrollan más los otros sentidos. En mi caso, al no enchufarme el mp3, he recuperado el oído, la vista y el tacto de una tacada (el olfato, con lo que fumo, sigue igual de atrofiado, mientras que el gusto siempre permanece, para desgracia mis abdominales).

Así, vuelvo a escuchar los sarcasmos de las abuelas cuando no encuentran asiento libre en el autobús, las ordinarieces de los obreros cuando una jovencita pasa por su lado (me percato, entonces, de que ya no se sueltan piropos), las risas de una pareja frente a un escaparate de vestidos de novia, el fru-fru de mi chaqueta, cláxones, frenazos e insultos en la calzada y en la acera, el tono engolado de un ejecutivo engominado mientras habla por teléfono y se mira ufano en el cristal de un escaparate (¿se dirá a sí mismo: "qué bueno estoy, joder"?).

Ante estas situaciones, como si el organismo me ofreciera una compensación, mi mirada se detiene en la transparencia del mediterráneo debajo de casa, en la joven que acompaña del brazo a un viejecito arqueado ante el peso de la vida, en la abuela que se ríe a carcajadas con su nieto, en las carantoñas de unos cincuentones en la cola de la Fnac.

La transformación llega hasta la música. Las canciones se modifican, a tono con mis sentimientos.

"Una mujer, que nunca me provoca
me ha condenado a risas sin motivo"

martes, noviembre 04, 2008

Para chuparse los dedos


En una de estas que me acerco al cuarto de baño para lavarme las manos, me miro al espejo.


Hoy soy un calipo: pantalón vaquero azul, jersey verde pistacho, camiseta blanca y la calva rosa.


No me extraña las miradas de este día.