viernes, diciembre 29, 2006

¿Qué nos propondra?

Desconozco si esta sensación es compartida, pero ahora que se aproxima el final de un extraño año, duro y desabrido en ocasiones, de colores interiores, otras, me da que se me ha hecho corto. Siempre me ocurre igual: allá por mayo se me hace eterno, pero en octubre ya ha cogido carrerilla y todo lo pendiente se amontona.

Así que volveré a recaer en rituales, que según quien te los cuente, tienen su propia dinámica. Belinda dice que el último de los 365 días, es decir pasado mañana, antes de acostarte, se debe escribir en un papel los deseos para lo que empieza el 1 de enero y guardarlo debajo del lado de la cama en el que duermas.

Rask, igualmente esóterico, propone una fórmula más simple. Escribe 5 propósitos y revisa en Nochevieja si los has cumplido.

Abro el sobre donde apunté mis buenas intenciones para este casi finiquitado 2006 y creo que tengo que volver a hacer la lista, entre otras cosas porque me tocará, por fin, hacer test de conducir a ver si me saco el carné, después de tanto años (a este paso, hasta Re lo tendrá antes que yo).

De todas formas, eso de hacer una declaración por escrito de buenas intenciones sé que, en mi caso, no sirve de mucho, ya que luego no las sigo al pie de la letra. Así que he decidido proponorme una sóla cosa. Más que nada porque lo realmente atractivo está en dejarse llevar y esperar a ver qué traen los próximos meses.

Con eso por delante, únicamente me conjuro para ser persona, sin calificativos, con la intención de no defraudarme. Me da que es una tarea importante, por todo lo que conlleva. Y es que gracias a ciertas personas, hoy puedo apostar por eso. Merçi a mis hermanos y mi amatxo, a Belinda, a Malati, a la Bailarina de Medianoche y a Rask.

Una última referencia a las particularidades para despedirse del año, a modo de recomendación para aquellos lectores despistados en este último día de 2006. Decía Martín, allá en el Colegio de Farmacéuticos, que la mejor manera de salir de un año y entrar en el otro era haciendo el amor, antes y después de las campanadas y las uvas. Quién pueda, que lo pruebe. Totalmente recomendable.

Y ahora sí, despido esta entrada con una sugerencia de mi compadre Sergio. Un meme que circula y al que cada bloguero transforma con su personalidad. Apuesto por la vertiente del amigo de las cervezas y tiro por lo nacional, a modo de homenaje a M-80.


¿Eres hombre o mujer? Corazón (Jarabe de Palo)
¿Cómo eres? Pájaros de barro (Manolo García)
¿Qué sienten las personas cerca de ti? Mira que eres canalla (Luis Eduardo Aute)
¿Cómo te sientes? Acabo de llegar (Fito y los Fitipaldis)
¿Cómo describiría su anterior relación sentimental? Como hablar (Amaral + Antonio Vega)
¿Cómo es tu actual relación con tu novio/a o pretendiente? El chico de la mirada asustadiza (Tahúres Zurdos)
¿Dónde quisieras estar ahora? Al otro lado de la carretera (Danza Invisible)
¿Cómo eres respecto al amor? Ahora que... (Joaquín Sabina)
¿Cómo es tu vida? Una noche sin ti (Burning)
¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo? Pasa el otoño (Antonio Vega)

Y como sé que les gustará, se lo remito a Malati (por tantas charlas, cervezas y risas compartidas), a Johnny "Slide" Mago (que hará una selección espectacular), a Re (por la inspiración), a Emilio (en homenaje a su padre putativo Antonio), a Daze (que replicará con gusto a Slide) y a Sil (que tanto tiene).

jueves, diciembre 28, 2006

Diablitos y canallas

Ya van varias noches. Aparecen esos sueños revoltosos en mitad de la placidez y me alteran el dormir. Lo malo no es que te levantes fatigado y con mal cuerpo, sino que, además, te siguen rondando durante unas horas. Así que hoy los pulverizo en estas líneas, a ver si de ese modo me dejan en paz.

04.00 de la madrugada. Desconozco el motivo de la relación que ha establecido mi cerebro entre la conversación que mantuve ayer con mi hermano y unos amigos sobre las cestas navideñas y la falta de ética de los periodistas en estas fechas. De repente mi fase REM se ha trastornado y me ha traído las imágenes de los "plumillas" recibiendo todo tipo de prebendas por parte de empresas, organismos e instituciones de los cuales tienen que informar. ¡Y los aceptan encantados, si ningún tipo de pudor!

Una cosa es un bolígrafo o una agenda, pero esos tiempos ya han pasado. Un GPS, como el del Ayuntamiento de Madrid, o un teléfono inalámbrico con el que se puede comunicar con los contactos del messenger, regalo del Real Madrid, son palabras mayores. Por la misma razón que no entiendo cómo los periodistas no los rechazan (que seguramente los habrá, no hay que exagerar), tampoco comparto la tendencia de los responsables de Comunicación de esas organizaciones en optar por esa estrategia. Pero eso es otro cantar que no viene a cuento, porque mi viaje onírico ha continuado por otras sendas, aunque vinculadas a lo anterior.

Y es que cómo van a informar de empresas constructoras, que cometen todo tipo de tropelías urbanísticas con el placet de ayuntamientos, alcaldes y concejales, después de tales presentes. Y mi sueño, que ya estaba desbocado, me ha aportado la visión de los planes urbanísticos de Alicante. Construcciones por todos lados, con modelos en los que con el argumento de que mejor la edificación es hacia arriba y no lo ancho invaden todo el litoral. Dicen los apóstoles de esta tesis que así se aprovecha mejor el espacio y que además se pueden incluir zonas verdes. ¡Sí, como las que existen en toda la playa de San Juan!

Todas estas disquisiciones mentales, y unas cuantas más (como la de esos periodistas que sin rubor alguno trabajan para distintos medios de diferente ideologías y dan en ellos el mismo tipo de noticia sin cambiar apenas una coma) me han tenido dando vueltas en la cama. La de kilómetros que habré recorrido de un lado a otro.

El mejor antídoto en esos momentos es el ancla de un cuerpo femenino. Una espalda con forma de luna creciente a la que asirse. La tibieza de unos pies en los que enrollarse. La respiración rítmica y sosegada que te mece. El perfume de la nuca que todo lo calma. Unas manos dormidas que enseguida te acojen.

Después, al amanacer, la fiesta. Pero eso también es otra historia.

domingo, diciembre 24, 2006

Luz y color

Los versos de Luis García Montero es lo primero que he encontrado. Quería hablar, expresarme, pero no hallaba mis palabras, mi voz para ponérsela a Juan. Algo tan peregrino e intrascendente como planchar me la ha descubierto.

Buscaba en el armario qué ponerme para su funeral. La reacción más inmediata, más lógica, más cercana a este momento ha sido la de buscar ropa que acompañara este duelo.

Sin previo aviso, con la naturalidad de los sentimientos, me ha venido. Me rebelo. Me rebelo contra la muerte. Iré con otro color que no sea el negro. Ella no me va a vencer.

Pero el sosiego de mi vida interior actual me ha cogido de la mano. No, tú no estás enfrentándote a la parca. El dolor ya lo tiene Ana y tu tío Joaquín, su madre, sus hermanos, sus hijos. La muerte es algo natural, como la vida. Si te quieres rebelar, hazlo contra las costumbres. Pero, tampoco.

Así que he buscado en Juan. Y su sonrisa se me ha aparecido. Esa que siempre me recibe aunque no nos veamos en años; esa que ahuyenta el dolor de su cáncer; esa que le hace vibrar a Ana y a Joaquín, y a todo el que le rodea.

Juan es luz, su sonrisa es blanca, su vida es de color. Lo negro le acompaña, como a todos. Pero hoy no. Y aquí está, aunque se haya ido.

Todo lo vivido

Y cuando me convoquen a declarar mis actos,
aunque sólo me escuche una silla vacía,
será firme mi voz.
No por lo que la muerte me prometa,
sino por todo aquello que no podrá quitarme.

Para Ana,
ahora que Juan se va.

domingo, diciembre 17, 2006

Nunca se ha ido

Fui para dejar de ser
Carne entonces, ahora solo memoria
Nada te retiene
todo te espera

Se agotan las imágenes
Habrá que renovarlas
El color se desvanece
Y quiero seguir pintando

Permanece el vacío que dejé
Se abre el horizonte
Percibo en el crepúsculo
Abrazo la sonrisa que amanece

Versos que no llegan
Tampoco las miradas
No hay estrategia
Menos, táctica

Aun así
Se me ocurre que vas a llegar distinta
Esta ha vuelto
A la espera del libro, empezaré un relato

sábado, diciembre 16, 2006

Inspiración

¡Cuántas cosas viste desde tu atalaya de la esquina! ¡Cuánto influiste desde allí!

Gracias, Chet.

From Omaha, Nebraska, Chet Baker

http://www.youtube.com/watch?v=p82hH8oVBhA

Con el León de Belfast, también domado.

http://www.youtube.com/watch?v=cxw98-SBhGo

Sin sexo ni sábanas

¿Qué es la amistad?

Amor sin sexo ni sábanas.

Cuando, además, trae eso, es increíble.

Rask añade algo más: "Sin copas ni hielo".

También con eso, es increíble.

martes, diciembre 12, 2006

Ya llegan

A mucha gente no le gusta las fiestas que se asoman. Lo entiendo, como también comprendo a aquellos que disfrutan con estos días, no por las comilonas, los regalos, y las chorradas que tratan de imponer desde El Corte Inglés y los medios de comunicación (la sarta de películas chorras qe nos esperan en la parrillas). Me explico.

Se acerca la Navidad y mi madre empieza a ponerse nerviosa. No lo reconocerá, pero ya se emociona.

Vuelven sus polluelos. Bueno, algunos, como el Napias, lo tiene todo el año, pero como sólo se presenta en su casa para que le haga arroz con costra y le planche camisas, pues no cuenta.

Regresan los malayos, cargados de latas de las Rías Baixas, por que a mi hermano el Conde como le pongas una de Hacendado te la tira a la cabeza. Luego no se entera cuando le das unos berberechos del Carrefour y le dices que son del Corte Inglés. "Ves, si donde hay calidad...".

Aterriza el suizo, con su parsimonia, sus quesos gruyere, los bombones, las flautas alpinas y una paciencia a prueba de bombas.

Aparece el valenciano, ordenando cómo se tiene que encender la chimenea, pegado al teléfono móvil, dando instrucciones tajantes sobre todo.

Y llega la catalana, con una sonrisa enorme y refunfuñando al mismo tiempo porque los "sanguangos" de sus hermanos no dan palo al agua para limpiar la casa.

Incluso se presentará la "turquita", para destrozar el roscón a la búsqueda de la corona imperial, aunque siempre acabe sacando el haba y se enfurruñe y diga que "eso es trampa, todos los años me toca a mí".

Por eso me gustan estos días, porque están todos y con ellos arriban las risas, las complicidades, los enfados, el cariño y todo lo demás que, por sus trabajos tan lejanos, no podemos disfrutar más a menudo. El resto, sólo es el embalaje.

domingo, diciembre 10, 2006

Saludos, ¿saludos?

10 de la mañana. Saco un pie del edredón. Es la forma más científica para comprobar la temperatura de la casa. Bueno, no hace tanto frío. Me desperezo con fruición y repetidas veces. En una cama de 1.35 es un placer.

¿Seguirá todavía el ventarrón de estos días? No, fantástico. Día de bicicleta. Guapamente, me digo para animarme, sobre todo cuando miro el desastre de la cena de ayer en la cocina. ¿Lo limpio ahora o lo dejo para cuando vuelva? Agua caliente, Mistol y dale que te pego. Mientras, se calienta el té.

10.45 horas. Me peleo con el culote. Claro, como ya no me depilo cuesta más meterlo (¡Ja, qué te crees tú eso! ¿Porqué no cuentas la verdad?, ¿porqué no dices que las chistorras y el idiazábal de estas semanas te están dejando un buen par de jamones?).

Una morcillita empieza a dar las primeras pedaladas. No hace frío y tampoco hay excesivo tráfico. El ritmo es bueno para haber estado dos semanas sin subirse a la "cabra". La mañana está límpida y los pulmones no se alteran demasiado. ¡Maldito Camel Light!

Este tiempo sin salir a la carretera me devuelve una serie de costumbres, aunque no haré referencia a las expulsiones físicas que practicamos los ciclistas. Más bien me centro en los hábitos, en las normas no escritas, en los códigos que compartimos los que jugamos a Indurain. Hoy, el saludo.

Por deformación norteña soy de los que cuando se cruza con otro compañero de fatigas emite el clásico "aupa", siempre que el perfil del recorrido sea plano, porque cuando se empina apenas puedo soltar un "epaa", más propio de un pastor de Cáceres.

Sin embargo, los hay que me superan. Están los típicos que al pasar junto a ti o cuando te ven desde el otro lado del asfalto sueltan un sonoro "yeeiiii", tan agudo e intenso que crees haberte convertido en oveja a la espera de que además te tire una piedra.

En esos momentos no puedo más que sonreirme. Me joroban más los que, de vuelta de su ruta, te pasan con aire de suficiencia y ni te saludan, como pensando "dónde irá este Tigretrón con ruedas"; o los que, en esa misma situación, te dicen jocosos: "Animo, chaval, que ya queda menos". ¿"Chaval"? ¿Irá con segundas? ¿"Ya queda menos"? Me gustaría verte a ti hace unas horas subiendo este puerto, cabr.....

Aunque ya sé que no hay cachondeo y que lo que pretenden es ayudarte, me tocan la moral y el orgullo aquellos que, viniendo desde atrás, y con unos años más que tú, te pasan y sueltan: "Venga, súbete que te llevamos". Y allá que vas, detrás de unos abuelos, con la lengua fuera, los pulmones ardiendo, el ácido láctico desbocado, mirando el cuentakilómetros (¡joder, van a cuarenta!), maldiciendo por la chistorra y los pitillos y mirándoles el trasero.

Lo más normal, sin embargo, es el socorrido movimiento de cabeza cuando te topas con otro como tú. Generalmente esto suele ocurrir al final de tu trayecto, cuando ya no puedes ni escupir. Los hay que ladean la cabeza de tal manera que parece que se van a desnucar.

Al final, llegas a casa. Salida cortita, de 60 kilometrejos, con los cuadriceps, los gemelos y el culo duros como piedras, aunque con cara de satisfacción. No he podido pensar en la clase de mañana, ¿acciones comunicativas below the line?, pero he disfrutado. Ahora unos estiramientos.

Me daría un masaje o un baño, pero no sé qué es más aburrido y triste, darte tú mismo friegas o bañarte solo. Nada, una ducha y unos huevos con chistorra.

lunes, diciembre 04, 2006

Perdón

Hemos hecho las paces.

Allí, a los pies del monte Ipete, mirando esos bosques que se despiden del otoño y anuncian el invierno en las copas de los árboles ya desnudos; ante esos caminos en los que se inició como contrabandista y donde la Gendarmería francesa lo detuvo para enrolarlo en la Legión Extranjera como castigo; en esas montañas que cambió por las llanuras africanas de Monrovia (cuando todavía era Monrovia y no se había convertido en la Liberia de hoy día). Por eso todavía no entiendo por qué te trajeron aquí.

Allí hablamos el domingo por la mañana. El viento y el frío de los Pirineos por testigo, acompañados por un cielo plomizo y gris, de los que apenas se ven en Alicante, por lo que no asustan.

Y hablamos en silencio, eso silencios que durante años nos acompañaron porque no sabíamos cómo decirnos lo que teníamos que decirnos. No deja de ser paradójico que me dedicara a la comunicación y que en todo ese tiempo que vivió no supiera, en ocasiones tampoco quería, relacionarme con él.

Por fin, hablé. No verbalizé nada; le hablaba con el corazón. Creo que por primera vez en mi vida. Él, dos metros bajo tierra; yo, parado, embutido en mi forro polar y mirando un trozo de hierba. Sé que lo necesitábamos, los dos. Que lo habíamos aplazado demasiado. Tanto que él murió y ese día fue el único que lloré por él, con rabia por no haberme dado lo que yo quería, por haberse comportado como alguien extraño, por no haber sido quien yo necesitaba y me hubiera cargado de responsabilidades que no me correspondían.

No le perdonaba todo eso. Y de alguna manera, ayer se lo dije. Allí en Iragi, en el pueblo que le vio nacer y al que mis hermanos y yo volvemos porque él era de esa tierra. Sé que me oía. No es que yo quisiera creerlo. Lo sé, me escuchaba. Quizá también por primera vez.

Cuando empezaba a confesarle que durante estos años he tenido miedo de haber heredado su parte mala, mi cuerpo reaccionó. Como si fuera un niño que reprocha, y en esas quejas fuera una disculpa, me sentí desvalido, sólo. "Me hubiese gustado que lo supieras cuando estabas vivo, no ahora", gritaba en mi interior. Empecé a llorar. Quería que me abrazara. No contuve las lágrimas. Era un niño en esos momentos.

Creo que él sonrió mientras me decía que no me preocupara. Y me abrazó. Estoy seguro. En esos precisos instantes las nubes se abrieron. Apareció el sol y sentí que sólo me daba calor a mí, a nadie más en el mundo. Que su luz sólo me enfocaba a mí. No creo en los simbolismos, pero por unos minutos había claridad en un cielo que antes estaba oscuro. Y no quise contener las lágrimas. Lloraba de liberación, sin temor, sin pudor, infantilmente.

Le dejé un paquete de Ducados y un mechero, su gran vicio. Las ramas de un endrino se asoman por encima de la tapia del cementerio justo sobre donde está enterrado. En primavera seguro que alguna gota de su licor le alegra la espera.

Es mi padre.

sábado, diciembre 02, 2006

Lo que cambia y lo que no

A veces creo que vivimos para revivir lo vivido. Y cuanto más hemos atesorado, mayores oportunidades tenemos para la revisitación.

Todo ese bagaje se presenta en diferentes formatos y son un éxtasis para los sentidos: nuestros oídos y bocas se relamen cuando nos juntamos a otro de los actores de esa vida y recordamos "batallitas"; nuestra mirada se descojona o se emociona según la fotografía que veamos de esos otros tiempos; olfato, manos y pies se alteran al pisar las calles nuevamente.

Así que cuando nos quitan referentes o los alteran, nos quedamos vacíos, desilusionados, porque hay una parte de la vida que ya no nos pertenece y de la que no nos hemos enterado.

Me han cerrado el "Viana" y se han llevado el futbolín, los quintos de Mahou, los "Dragados y Construcciones" y las canciones de Barricada; ha desaparecido "Las pocholas" y con él las viejas que te traían a la mesa los platos temblorosos desde la cocina; han hecho peatonal la avenida Carlos III y la Plaza del Castillo, con lo que ya no hay taxistas; y "La Granja" ha abandonado a los amantes del rock y a los aficionados al ciclismo dopados con hierbas y se ha transformado en un bar de diseño donde los pintxos te los cobran como si hubieran ganado el premio nacional de esta delicia gastronómica.

No he querido mirar más, no fuera que ya no me acordara del rostro de Dudi, de Miren, de David, de la Pirula, del Molondro, de Ana de Arquitectura, de Carmiña, de Nacho, de Moncho y del pailán del Pelele.

Sólo cuando he observado a mi alrededor y visto que mi nariz y mis orejas eran igual de grandes que las de la mayoría con los que me cruzaba he respirado tranquilo: estoy en Pamplona.