sábado, mayo 31, 2008

Nombres

Hace casi un año le escribí a Re:

El edificio Dakota en Nueva York con John,
la casa en la Isla Negra con Pablo,
el té en Tánger con Paul,
“El Incal” con Alejandro.

Ellos también buscaron.
Yo, mi voz.


Sigo en ello, es cierto, pero entre tanto arriban otras voces. Nombres que acompañan las horas, serenan las noches, enloquecen los días, acechan en la nostalgia, se meten en las zapatillas, aparecen en una página del libro, suenan en la canción, se acompasan en las olas.

martes, mayo 13, 2008

Descubrimientos

Lo bueno de no tener carné de conducir es que viajas; en coche, la mayoría del tiempo, sólo te desplazas. Bien es cierto que un automóvil tiene sus ventajas, pero tantos años frente a taquilleros de Renfe o enganchado como un mandril en las barras de los autobuses urbanos, te ofrece otros atractivos que el mullido y confortable asiento del piloto (lo he probado en más de una ocasión, atento a Guardias Civiles y posibles controles policiales) o del copiloto (mi sitio natural) son incapaces de recompensarte.

Este arranque enigmático y revelador a partes iguales, viene inspirado, sin duda alguna, por las páginas de Vikram Seth, que en su "Desde el lago del cielo", transita en un desafiante viaje desde la China profunda hasta el Nepal, deteniéndose en el Tibet.

Y precisamente este lujo, musa de estas líneas desde que he me apeado del tren que me lleva y me trae unos cuantos días a la semana a Elche, frases tardías por el ajetreo y la astenia de las últimas jornadas, es uno de los motivos de mi recurrente negativa a enfrentarme a los test del permiso de conducir. ¡En qué momento podría disfrutar del placer de sumergirme en otros mundos, otras miradas, otras emociones, otras vidas, que tantas veces se confunden con la mía!

Pero no es el único hallazgo de esta manera de moverse por el mundo, aunque éste se reduzca a un trayecto de 30 kilómetros. En esa distancia, en ese tiempo ganado a tesis doctorales, lecturas académicas, apuntes de clases y pensamientos engendrados por el orden y la lógica, también se descubren otras cosas.

Así, uno se detiene en contemplar rostros ajenos, paisajes conocidos que se redescubren, comportamientos humanos, escotes, faldas, tacones, manos, dedos, labios, cabellos, risas, tristezas, mujeres, hombres, taxistas, peatones. Otros.

Debido a estas percepciones, a esas miradas que no son vistas, llego a la conclusión de que las personas también somos monumentos que admirar, paisajes en los que deleitarse, calles que recorrer, bancos en el parque, abuelos en las plazas, arte sin libros ni manuales, que merece la pena observar.

Ahora sé que mi memoria es espacial. A mí no se me quedan frases solemnes, citas inevitables, reflexiones emotivas. No, se resguardan en mi memoria luces, colores, sensaciones.

Este es mi descubrimiento de hoy. Seguro que mañana amanecerá otro diferente.

¡Al diablo con la astenia!