Para ducharse a oscuras, buscar a tientas una magdalena y el chocolate, meterte sin aviso en las chanclas a mitad del pasillo, perfilar su geografía solo con el rescoldo de un cigarrillo, escribir a ciegas, guiarte por unos labios, asomarte al mar, percibir la delicadeza del Niño Josele y de Bill Evans.
Corre delante de su pasado, que de a ratos le embosca. Mira la luz de las cosas, una exposición permanente. Se sonríe en las esquinas de los momentos imprevistos. Y baja la mirada y la sube y se detiene.
Las personas se diluyen, horizontes de tu vida. Amanecen otras manos, también te toman. Los besos son siempre besos, solo si los ofreces. No cierres el rostro con llave.
Y ríe, como una enredadera un plagiador de estrofas un amante, un susurro en la almohada de madrugada.
Intento que lo intento también por tentar el viento con tiento en este asiento tentador con mis pensamientos en ese desconcierto que lleva nuestro tiempo.
La vida tiene sus propias estaciones, sus particulares fases lunares, sus enigmáticos climas. A lo largo de los años se transita por varias de ellas, siempre expectantes, sorprendidos, alertados ante lo novedoso, meciéndose en lo cotidiano, irracionales ante lo próximo. Se pretende hallar una definición, una palabra que sosiegue lo vital y lo espiritual, que tranquilice lo físico y lo emotivo ante la evolución, frente a ese desarrollo imparable de la existencia. ¡Cuánto nos empeñamos en ello!
Y de repente, sin previo aviso, con el insultante ritmo de la sencillez, ¡paf!, te dejas absorber por la vida, te acomodas a su verano, a su noche, a su humedad. Formas parte de ella. Ya no luchas por comprenderla, ni te enmascaras. Pierdes y ganas, pero ni te empequeñeces en la derrota ni te deleitas en la victoria. Sigues. Y habrá otro otoño, llegará la luna de Cosmo, te pondrás el jersey.
"Y llegará un día que a la sombra de tu vida quiera detener mi tiempo".
PD.- Entre tanta lectura se me distrae la memoria. Por eso aprovecho este entrecomillado, remedo de su lírica, para advertir al lector que pertenece, en casi todo su fraseo, al igual que el anterior post, titulado Búsqueda, a Manuel Altolaguirre. Uno no alcanza tanta altura.
Este fue el inicio de un día de espadas, disfrazes, playa, "Los tres cerditos", macarrones con atún, duérmete la siesta, "no", me la duermo yo también, "Mickey y Los Mosqueteros", chuta tío Fernán, hay que ducharse, "no", me ducho yo también, vamos a coger cangrejos, me quiero llevar la espada, padres sonrientes que recuperan al niño, el tío agotado.
No sé cuál de los dos es más mañaco. (Hoy, jueves, he conseguido colgar uno de los vídeos)
Con la mirada puesta en aquello que está por llegar seguramente me he estado perdiendo lo que ya ha venido. Así que he dejado de proyectarme y me recreo en los momentos presentes; a modo de los clásicos empiezo a abusar del carpe diem, mientras preparo un doctorado y me cuestiono si las clases de Periodismo que imparto son realmente útiles o forman parte de los peajes que los alumnos han de abonar para conseguir sus objetivos.