Me traicionan. Me cabreo, maldigo, fumo un paquete y medio, me caliento por minutos, me entristezco, sigo maldiciendo, me duele.
Me sereno. Empiezo a darle vueltas. Retomo un proyecto y lo pongo del revés. ¡Se va a enterar! Rask se sonríe con malicia. "Cuenta conmigo", apunta sin decirlo. Gaspar se ríe por lo bajo mientras se lo cuento: "Eres un cabrón. ¿Cuándo empezamos?", sugiere sin verbalizarlo. Miki se sulfura y me calma: "¿Qué necesitas?", apunta sin palabras. Estamos de vuelta.
Y mientras, sigo fumando, preparo documentos, hablo con Malati que ya se ha ido, mi abuela se cae, a mi tío le operan del corazón, me tomo unos huevos fritos con salchichas y pimientos a su salud, me estalla la cabeza y vomito, un nolotil y a la cama con todo a oscuras, me levanto y escribo, Belinda me apoya, sigo escribiendo, se me acaba el tabaco, uncle rask me tienta con cena y copas, voy a por una peli que va "de que es mejor no enamorarse para no sufrir" según una dependienta adolescente con tetas de silicona y un piercing en el labio, vuelvo a casa, pido un menu en el telechino, friego los platos, espero los rollitos de primavera, actualizo el blog, mi abuela quiere que la lleven a la peluquería cuando se ponga bien, suena el timbre.
Casi 300 páginas que leer y corregir, no sólo de contenidos sino de continente (acentos, sintaxis, puntuación, etc), de los exámenes prácticos que han hecho los chicos (véase el post anterior); dos abstract que escribir antes de una semana para un par de congresos; una decena de libros que consultar sólo para la tesina, y otros tantos para las nuevas asignaturas que pretendo convertirlas en clases seminario; un artículo pendiente sobre patrocinio como herramienta de posicionamiento de marca para un revista especializada que me paga unos euros; 6.000 euros que he de conseguir para pagar una derrama (no, mi cuerpo no da para tanto, por si alguno lo sugiere); salir en bici tres días por semana y otros dos ir a nadar, por si al final tengo que vender mi cuerpo para abonar la deuda; otro artículo a medias con el compadre para un congreso en Madrid, que siempre es una buena excusa para visitar a seres queridos (el compadre y esos entes, además, querrán salir a tomar cañas); un proyecto iniciático en nuevas tecnologías que cada día coge más forma, y que la bailarina y el compadre conducen entre la tierra y el cielo, lo terrenal y lo espiritual; un montón de ropa que planchar.
A la gente que le iba mejor que a nosotros les llamábamos acomodados. Vivían en casas pintadas y con cisterna en los váteres. Conducían coches de año y marcas reconocibles. A los que les iba peor les llamábamos miserables y no trabajaban. Sus extraños coches descansaban entre chatarra en corrales llenos de polvo. Los años pasan y todo es reemplazado. Pero hay una cosa que aún es verdad. Nunca me gustó trabajar. Mi meta fue siempre ser un vago. Le veía mérito. Me gustaba la idea de sentarme en una silla a la puerta de mi casa durante horas, sin hacer nada más que llevar puesto el sombrero y beber coco-cola. ¿Qué tiene de malo? Encender un cigarrillo de vez en cuando. Escupir. Pelar un palo con una navaja. ¿A quién le perjudica? Llamar de vez en cuando a los perros para ir a cazar conejos. Pruébalo alguna vez. Saludar cada poco a un chico gordo y rubio como yo y preguntarle: "¿No te conozco?" O mejor: "Eh, ¿qué quieres ser de mayor?"
Los alumnos que han de exponerme trabajos, andan estos días nerviosos. Quizá incluso preguntándose por qué ese tipo no les ha impartido las asignaturas de forma tradicional y se deja de tantas zarandajas con clases prácticas y les examina al modo clásico.
Posiblemente, dado el surrealismo que me acompaña desde chico, les tendría que haber puesto este tipo de prueba.
Con la mirada puesta en aquello que está por llegar seguramente me he estado perdiendo lo que ya ha venido. Así que he dejado de proyectarme y me recreo en los momentos presentes; a modo de los clásicos empiezo a abusar del carpe diem, mientras preparo un doctorado y me cuestiono si las clases de Periodismo que imparto son realmente útiles o forman parte de los peajes que los alumnos han de abonar para conseguir sus objetivos.